Elogio al caos


ELOGIO AL CAOS

Este año ha sido bastante caótico, sin lugar a dudas. La gente está espantada por la pandemia de COVID-19 y la medida de confinarnos en nuestras casas de manera indefinida ha disparado los niveles de histeria e irritabilidad. 

Uno de los principales motivos de disgustos en el hogar suele ser el quehacer. Ocuparse de las tareas de una casa puede ser un verdadero fastidio, sobre todo si por naturaleza no eres una persona especialmente ordenada. 


El orden ciertamente no es mi fuerte. Ni siquiera consigo ordenar del todo mis ideas cuando hablo y continuamente siento que no me doy a entender. Por eso prefiero escribir, sólo así siento que acomodo un poco mejor mis ideas. 

El orden puede facilitarnos mucho la vida; es útil establecer lugares donde dejar las cosas y horarios para hacer diferentes actividades, es bueno seguir reglas y marcar límites, porque si no podemos meternos en muchos problemas, ¿pero qué pasa con la gente que es demasiado estricta con el orden? ¿Son más exitosos, más felices? No necesariamente; de hecho, la gente con una obsesión compulsiva por el orden dedica tanto tiempo a ordenar las cosas que nunca tiene suficiente tiempo para hacer otras cosas más productivas y en general suele vivir más estresada. 


Yo reconozco que soy un caos andante, y que eso tampoco me ha vuelto más productivo ni menos estresado que la mayoría, por el contrario, me ha hecho más complicada la existencia. Podemos concordar con que ningún exceso es bueno y que ser demasiado desordenado es tan malo como ser demasiado ordenado. Sin embargo, por lo general esta última condición goza de mayor prestigio que la primera. A mi parecer, el orden está sobrevalorado. Se han hecho estudios al respecto, de hecho, con los que se ha comprobado que preocuparse demasiado por el orden es malo para la salud mental y reprime la creatividad. Incluso se ha propuesto que el caos resulta más productivo que un orden demasiado estricto. 

Algunos de los más grandes genios de la historia eran conocidos por ser muy desordenados. El escritorio de Albert Einstein era un nido de arañas, pero seguramente si se hubiera preocupado demasiado por limpiarlo todo, habría perdido mucho valioso tiempo para desarrollar algunas de sus mejores ideas como la teoría de la relatividad. Nada como esta frase atribuida al propio Einstein que dice: "Si un escritorio abarrotado es síntoma de una mente abarrotada, ¿de qué es síntoma, entonces, un escritorio vacío?”. 

[fuma científicamente]

La verdad, yo prefiero mi escritorio abarrotado que vacío, prefiero hacer cosas que no hacer nada. Claro que en un escritorio abarrotado sería imposible trabajar, pero uno vacío es inútil si no lo usas para escribir. Del mismo modo, una cocina reluciente se ve muy bonita pero es igualmente inútil si no la usas para cocinar. Las cocinas de los grandes cocineros son un caos constante porque todo el tiempo las están usando para cocinar; sus instrumentos están continuamente desgastándose y ensuciándose, pero es el precio que hay que pagar para crear grandes platillos. Como un niño que se divierte con sus juguetes, el cocinero se divierte con sus materiales de cocina y la única forma de hacerlo es usándolos. 

Yo nunca podría ser como esos coleccionistas que tienen un montón de juguetes arrumbados en un estante, adentro de sus cajas, porque así son más valiosos. ¿De qué sirve tanto valor si no puedes disfrutarlo? ¿De qué sirve un juguete si no puedes jugar con él? 

    Algunos se divierten más con las cajas que con los juguetes...

¿De qué sirve la vida si no la aprovechas para hacer las cosas que te gustan? No tiene caso cuidar tanto las cosas materiales, si al final igual nos vamos a morir y no nos vamos a llevar nada. Los muebles van a seguir empolvándose, los edificios van a colapsar y todo lo que tanto nos esforzamos hoy por conservar en un estado impecable volverá a su estado de desorden natural. Es lo que se conoce como entropía, esa tendencia universal que tienen las cosas a “desordenarse”. La vida misma supone un aumento de la entropía, porque implica una evolución constante.


En el mito de la creación de los antiguos griegos se dice que el caos era el estado en el que se encontraba toda la materia antes de que se ordenara de la forma a la que ahora estamos acostumbrados. “El caos crea la vida, el orden crea lo habitual”, dijo el historiador Henry Adams. El orden podrá ser el estado habitual de las cosas, pero es también un estado transitorio, ya que eventualmente conducirá a un próximo desorden y el caos volverá a reinar como al principio. 

Así como abundan los mitos de la creación, también abundan los del fin del mundo. En la mitología nórdica destaca el mito del Ragnarok, una catástrofe que no sólo destruirá a los humanos, sino también a los propios dioses. Esta catástrofe es un evento predestinado que es imposible evitar. No obstante, tras la destrucción vendrá una nueva creación y un nuevo mundo surgirá de las cenizas del anterior, como el ave fénix. Este último es otro ejemplo paradójico de que ni siquiera un ser inmortal puede escapar de la muerte, aunque después venga un nuevo nacimiento. Lo único constante es el cambio.


Como expresa el famoso efecto mariposa: "incluso el frágil aleteo de una mariposa puede ser la causa de un huracán a miles de kilómetros de distancia". En otras palabras: los más pequeños cambios iniciales pueden crear las más grandes diferencias finales. La teoría del caos estudia esta situación y explica que hay sistemas en los que la más mínima diferencia en las condiciones iniciales puede hacer que cambien por completo en formas que no siempre podemos predecir. Ejemplos de sistemas caóticos incluyen el movimiento de las placas tectónicas, los crecimientos de población y hasta nuestro propio Sistema Solar. 

¿Así o más claro?

Aunque el cambio sea la constante, es muy común que nos cause temor e incertidumbre. Dicen que a la ansiedad la causa el exceso de futuro, así como a la depresión el exceso de pasado. Lo normal debería ser vivir en el presente y no preocuparse demasiado por las cosas que ya pasaron ni por las que pasarán, pero decirlo es más fácil que hacerlo. Hay quienes terminan desarrollando TOC, porque buscan aliviar su angustia mediante actos obsesivos y compulsivos que no son más que soluciones temporales contra una realidad caótica de la que es imposible escapar. Algunos de los ejemplos más comunes de estos actos son limpiar constantemente y trabajar en exceso. 

En defensa de una vida menos obsesionada con el trabajo ya se había pronunciado Bertrand Russell en 1932, con su “Elogio de la ociosidad”. En dicho ensayo criticaba la idea que se nos ha impuesto de que el trabajo nos dignifica. Aseguraba que el verdadero camino hacia la felicidad y la prosperidad está en realidad en una reducción organizada del trabajo. Sin el sabio empleo del tiempo libre nos vemos privados de muchas de las mejores cosas de la vida.


Ya desde entonces se proponía reducir la carga habitual de ocho a sólo cuatro horas por día de trabajo, dados los avances tecnológicos que reducían el trabajo de las personas, pero hoy por hoy y a pesar de que esos avances no han dejado de multiplicarse, las condiciones laborales no han cambiado mucho. En países más desarrollados como Reino Unido, Francia o Suecia ya han reducido sus jornadas laborales y han aumentado sus vacaciones. Más de 30 países ratificaron el Convenio sobre las Vacaciones Pagadas que establece que la duración mínima de las vacaciones debería ser de tres semanas al año. Mientras tanto, en ​México tenemos una de las jornadas laborales más largas y el periodo de vacaciones más corto del mundo: 6 días (si bien nos va). Hay que esperar cuatro años para que el periodo de vacaciones aumente dos días por cada cinco de servicios.

La tendencia sigue siendo intentar convertirnos en máquinas trabajadoras para mantener esa fantasía de que podemos tenerlo todo bajo control, cuando la realidad es que hay cosas que simplemente no podemos controlar.

Lo mejor es dejarse llevar por la vida misma y renunciar al intento de protegernos a toda costa de los cambios que tarde o temprano sucederán. En vez de obsesionarse con el orden y el trabajo, lo que realmente necesitamos es valorar más nuestro tiempo de ocio, ese tiempo en el que podemos desarrollar algunas de nuestras ideas más creativas o interesantes. No por nada se dice que fue debajo de un manzano, mientras descansaba plácidamente, que Isaac Newton desarrolló la teoría de la gravedad.


No pretendo con esto instarnos a ser unos cerdos perezosos; vivir en un ambiente excesivamente desordenado obviamente es algo muy desagradable. Sin embargo, no es mala idea intentar ser un poco menos rígidos con nuestras propias expectativas sobre el orden y aceptar que una pequeña dosis de desorden en la vida puede hacerla más productiva, más emocionante y más divertida. 

Ferdinandus

Esto está bien.


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